"Del crepúsculo cotidiano”, 2006
El concepto de “Dimensiones espacio temporales” que Juan Martínez Moro describe en su libro Un ensayo sobre el grabado; nos dice que, una de las principales dimensiones que definen al arte moderno es la intromisión del tiempo en el discurso artístico, [el cual] entra a formar parte [...] tanto en cuanto repetición y trasformación del objeto artístico, como en virtud de la nueva importancia que adquiere el “tiempo vivido” del artista y del espectador. Por lo que, en esta pieza pretendo únicamente abocarme al concepto espacio-temporal que sugiere la repetición y la transformación del objeto artístico.
Por un lado, tenemos el concepto de arte procesual aplicado al grabado, el cuál se basa en la descomposición, acción y reconstitución del objeto artístico. Un ejemplo de ello, es la obra Superficial de Adam Lowe, en la que el artista emplea la placa como soporte pictórico donde suma o resta acciones que quedan registradas en la superficie del metal. Así pues, cada marca realizada por la acción de la mano, por la incisión del ácido, por la saturación de la resina, o por la presión en la impresión, es constantemente registrada en una nueva imagen. Lo que establece que la pieza no quede definida en el momento de su primera impresión, sino que, cada vez que una acción es ejercida sobre la placa, ésta es registrada en una nueva impresión, aumentando así la amplitud de la obra. De modo que el acto creativo se prolonga así en el tiempo, quedando su solución final desde el primer momento “in suspenso”, pues la posibilidad de una nueva interpretación, de una nueva intromisión del factor temporal, queda siempre abierta.[1]
Similarmente, la serie “del crepúsculo cotidiano”, realizada con la técnica de serigrafía, se aproxima a éste principio de re-creación múltiple y constante desde el aspecto de su impresión; ya que la temporalidad que se intentó manejar en dicha obra, partió de la acción ejercida en el momento de la estampación. Y es que, al colocar la tinta sobre la malla serigráfica pretendía jugar con la intención y el accidente para mezclar los colores, de modo que las diferentes tonalidades dieran origen a una nueva imagen y con ella a una nueva percepción del tiempo.
De esta manera, y a diferencia de la obra Superficial de Adam Lowe; la temporalidad de la imagen serigráfica se origina por la manipulación de la matriz en el proceso de la impresión. De modo que, cada imagen será entonces el producto del juego entre el azar y la intención. Por otro lado, éste concepto de temporalidad en la variación de impresiones pretende también responder a la idea tradicionalista de realizar estampas bajo el mismo principio icónico, es decir, lograr que todas las impresiones tengan una similitud en las tonalidades de su imagen.
[1] Juan Martínez Moro, “Un ensayo sobre grabado, A finales del siglo XX”, Santander, Creática Ediciones, 1998, pág. 66